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LA CIUDAD DEL VICIO

pática: -- ¡Qué rico patrón, bella personal... ¡Feliz quien servía a hombres así... Y pedían con la mano extendida y aire cansado, para tabaco. Al tintinear de la moneda, el de las navajadas abrió el ojo, inmó- vil entre las ropas, y por el rabillo del ojo veía aten- tamente al rapaz entretenido con las medias coro- nas generosas, y a Pinto distribuyendo la calderi- lla menuda que llevaba, haciendo ensanchar el coro de las bendiciones, ustuoso de orgullo, el medallón oscilando en su vientre burgués... El episodio había hecho olvidar a la pareja de Chellas, el viejo al pie de la vieja, aislados de los demás, y distraidos con los negocios de la casa, esperanzas de la cosecha del año y del pequeño burro y de las vacas. Y ha- bían sido benditas de Dios las lluvias de Abril y Ja sementera llenaba el ojo: hahía nacido un borrico y en la venta de la leche, el rapazuelo había días que sacaba seis tostoes (1) y más. El vieje, impaciente, removía la pierna enferma comn para infiltrarle vi- gor...

— ¡Esta maldita que no se endereza! decía. —¡Esta renegada, siempre es la misma!... Y procuraba que- darse en pie firme por unos minutos hasta que, for- zado a sentarse, lanzaba maldiciones, indignado con la edad, con la debilidad y con la tardanza...

—¡Paciencir!—volvía a decir la vieja.—Es ya por

poco tiempo.

(1). Un tostao es la décima parte de un escudo (mil seis) o sean cien reis, y es la cantidad que sirve muchas veces de tipo en la pequeña industria y comercio portugués. Equivale, a la par el cambio, a 65 Ó 70 céntimos de peseta. /N. del 7.

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