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LA CIUDADDELVICIO

Penha (1), mieses por espigar, picadas de vivos pun- tos de flores...

Como era día de espigar por las veredas que de- marcaban las tierras, los grupos de gente obrera, con ejércitos de chiquillería, iban. por entre las mie- ses, serpentéando, con trajes de domingo, para co- ger el ramillete de amapolas y espigas, que al decir de la leyenda, les traería al nido felicidad y paz... Luego de mañana, el paralítico, que en la vieja silla de ruedas lo recorría todo, pidió al de Chellas que le colocase el vehículo contra la ventana, añorando los tiempos en que, como aquel'a gentualla torva, es- parcía los ocios del día santo, c »n blusa nueva, seño- ra al lado y el rapazuelo trotando en el garrote del padre... También ese fué apuntado por el de Che- llas al mozuelo.

El muchacho lo miró desde lejos, le vió una cara grave, expresando nostalgias de venturas muertas y estúpida indiferencia por lo que en torno de él vi- vía.

(1) Esta Penhu es la"Penha de Franga en lo alto de la cual se erigió una Iglesia en cumplimiento de un voto del escultor lis- honense Antonio de Simdes, después de la derrota de Alkazar- Khebir y de la infausta muerte del Rey[Dom Sebasti3o, dela cual el artista pudo salvarse. El temblor de tierra derribó por com- pleto esta iglesia que había sido embellecida después de la pes- te de 1604 por los votos del Senado de Lisboa. El arquitecto “Teodosio Frías había dirigido la construcción de la iglesia que terminó en 1625. Después del terremoto de 1755 [ué reedificada en 1758. Los cuadros de la capilla son de Pedro Alejandrino y los de la sacristía de Pinto Coelho da Silveira. Otro panorama aún más amplio que el de Graga se divisa desde allí. —Nota del Traductor.

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