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FIALH,HO D'ALMEIDA

mozuelo tenía deseos de volver a tramar conversa- ción, adquirir de nuevo sangre fria, reir de lo que el utro contaba, pero volvíanle ideas negras, parecíale aquello una cárcel; los hombres, seres feroces devo- rándose en eternas luchas y eternas intrigas; toda la ciudad un cubil y la enfermería un .estercolero... Y aproximando reminiscencias, comparando facciones, decía para sus adentros haber visto ya aquella faz terrosa... ¿Dónde? ¡Cualquiera iba a saber!... Peru habíase puesto inquieto, peor; una cosa parecía es- trangularle y rovarle el sosiego y el calor del cuer- po. Miraba en derredor, vacío de cenciencia, opri- mido, con las manos errantes en las ropas...

Hacía magnífico sol en esa mañana, que era jueves dela Ascensión por más señas; y era de ver cómo los coanvalecientes,abandonando periódicos y conversa- uiones, venían a apiñarse detrás de los cristales de la «“afermería, alargando los ojos hacia el paisaje fron- terizo. Divisábase ya en el arrabal un poco de las nontañas de Graca y del Monte (1), y más allá, en la inclinación del valle que se extiende frente a la

(1) Graga es uno delos barrios más típicos de Lisboa, y en lo alto de la colina en que se escalona el barrio, está la capilla de Nuestra Señora do Monte, fundada en 1148, secular, pues, de ocho siglos. Desde el pretil que rodea esta prominencia, se des- cubre un panorama espléndido de Lisboa con la perspectiva de casi toda la ciudad, la rada y la orilla izquierda del Tajo. En la subida a esta capilla, cima y blasón de la colina de Graga, hay ana casa que fué agujereada por las granadas desde la Rotunda por las fuerzas revolucionarias en g de Octubre de 1910, cuando se proclamó la República.—N, del 7.

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