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LA CIUDAD DEL VICIO

pantalones de pana, el pobre hizo su entrada en el hospital, en la camilla de la próxima Delegación de policía (1) y a hombros de cuatro gallegos...

Esas primeras horas de enfermería fueron para el muchachito un desconsuelo mortal. Estrangulábale una sensación glacial de abandono y de pavor, la idea del matadero donde se muere abandonado al son de risotadas, entre agonías atroces, sin sacra- mentos y sin palabras de piedad...Delos cerrojos del sótano penumbroso, de las lámparas cuadradas caían con luz triste,inmóvil en la atmósfera podrida del ámbito, claridades que se amortiguaban en los ángulos dela habitación, en cuyas murallas, sombras de pilares trazaban formas como de árboles colosa- les...

En el amontonamiento de lechos y en el sueño fantástico de aquella luz amarillenta de osario, el mozuelo apenas pudo en el hervor de la fiebre que le minaba, reconstruir con verdad, por lo que veía, la vida purulenta del estercolero hacia donde la ciudad barría sus tumores y sus miserias. Pareció- le que le dejaban al pie de una gran ventana en al- _£ún rincón de sombra luctuosa... Dos manos enor- mes le levantaron la cabeza para ponerle la almoha- da, sintió las mantas estiradas hasta los pies; y le-

(1) La policía está en Lisboa dividida por escwadras, que som los equivalentes de nuestras antiguas Delegaciones, hoy flaman- tes Comisarías de Madrid. — NV. del 7.

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