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LA CIUDAD DEL VICIO

de lo alto o venían a desmenuzarse en los ladrillos de la escalera los pobres pichones, brutalmente em- bestidos por los padres. A veces toda la bulliciosa legión posada en lo alto del mirador, formaba en lí- nea de combate, con gracia marcial en que hacían mosaico las armaduras de plumas de los pechos y el irisado de los cuellos livianos... El palomo negro quese hubiera dicho que había crecido por la noche, pa- recía mandar el veloz regimiento y en el extremo de la hilera, cabeza alta y ojos inquietos, estudiaba el horizonte tumultuoso de las nubes, que un dardo de sol ensangrentaba a trechos...

Por la bóveda celeste se desenvolvía una decora- ción dantesca, profusa en contrastes de negro y blanco, con humaredas errantes que el viento acosa- ba de cuandoen cuando. Por instantes condensada en cúpula o rasgándose en zigs-zags deoro, bajo el cho- que de los nublados en pelea, una felpa de un negro eléctrico empastelaba amenazadoramente la ampli- tud, en un tono unforme de azul de acero; felpa que era como el grueso del invencible ejército de nubes. No había aún truenos y el aire rarificado transmitía los sones difícilmente. A más de eso, dábase en los seres y en las cosas una suspensión de asombro, co- mo el recogimiento de una sala de espectáculos a la escucha de un lance trágico...

Veíanse llegar, galopando, los últimos escuadro- nes de la tormenta, suavs+Mente, en una pintoresca aglomeración de emboscada con sus provisiones de agua y de fuego... Aquello galgaba por encima de las montañas, envolviéndose en musculaturas titáni-

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