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FIALHO D'ALMET?D A

vendaval inclemente. ¡Tiempo que desalentaba a los trabajadores y embebía de tristezas el alma frágil de las mujeres!...

Por los cristales de la alcoba, se veía un trecho de jardín, pimenteras verdes haciendo. oscilar al viento su llanto de hojitas oblongas, laureles rosas sin flor, cedros seculares, piramidales y panzudos, macizos de anémonas, ranúnculos, alelíes, rosales y alhucemas, toda la flora ordinaria y mezclada de esos huertuchos de provincia... Y extendiendo la vis- ta, María Jesús veía, aún acostada, los arbustos que- ridos que los pardales picoteabah y todas esas flores apenas abiertas que en los macizos ponían mosaicos de coloridos irregulares...

La casa quedaba en lo alto sobre una ondula- ción de los arenales, de modo que de las ventanas precisamente, encima de la pared del huerto, po- dían dominarse todas las perspectivas de cultivo agrícola del valle. Eran hileras de castañedos a ori- llas del río fangoso, que la llamura repartía en vegas fértiles; naranjos, olivares, parrales, y huer- tecillas ceñidas por sebes de piteras y de saú- cos, trechos de terreno labrantío donde se pa- seaba la indolencia roja de los bueyes, jumentos y ovejas royendo herborescencias en los prados valla- dos... Más hacia allá, grandes anfiteatros de oteros, hirsutos de matorral y coronados de peñas lúgubres armaban andamios de cíclopes contra la nie- bla ondulante de los cielos; y nítidamente cortados en blancos violentos de caliza, sin claroscuro, térmi- nos de aldea íbanse desvaneciendo en los primeros

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