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FI1ALHO D'ALMEdDA

desmayábanse de amor... En el silencio de la vereda, que entre píteras y zarzales venía a entroncar con la carretera de la villa, las voces timbradas de juventud y carcajeando en risitas, tenían un arrullar gracio- so y quebrándose, subiendo, smorzando (1), saltaban de valle en valle y de barranco en barranco, tornan- de música la exhalación densa de las plantas... María Jesús, puco afecta a aquellos paseos de campo, de- jábase penetrar del encanto tónico de esa frescura que le producía picores en los pulmones, dándole una embriaguez de vida sin igual...

Llegaron a la villa ya de noche, en tropel, chales en los brazos, trenzas caídas y brazadas de flores, un remolino de palabras y risas, que no era ya plática, pero que brotaba en ellas como resultante deaquella vigorización de savia y mocedad provocada por el atravesar de los campos. Sela en casa,reparó que ha- bía mojado las botinas, tenía la garganta oprimida y a veces sentía un peso extraño en la cabeza...

—¡Es fatiga del paseo! -- decía sonriendo, contgn- do la alegría de la fiesta, los pormenores de los bai- les y la bonitura sin ejempio del San Antoñito de la ermita. Necesitaba, sin embargo, oirse para sentirse bien y a cada silencio, sin saber por qué, cerrábansele los párpados, la espina dorsal le caía dolorida, y una tristeza vaga, hecha de estupor y de- vaneo, entorpecíala toda en narcotismos de baño ruso...

(1) Fialho, que acude a todos los procedimientos para ha= cer original su estilo y personalísimo su léxico, emplea aquí es- te lindo gerundio italiano tan empleado en música: smorsare, ex- tinguir, apagar, etc. —4V, del T.

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