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IV

ABANDONO DEL PALOMAR

E: domingo había sido una locura para María Je- sús. Hubo fiesta en San Antonio, blanco orato- rio que encima del otero sonreía de ingenuidad, a las arboledas y a los cebadales. Y María Jesús, que era bulliciosa y sana, en el pleno desenvolvimiento de unos dieciocho años magníficos, había ido con las primas a gozar en el atrio sonoro de bailes y cancio- nes, de la extraña armonía perfumada y amplia de aquella tarde primaveral... En Marzo, la puesta del sol deja aún en los camnos reminiscencias húmedas del largo invierno, tan enfadoso de pasar en las hereda» des y aldeas; el suelo está esponjoso aún por la in- filtración del agua; hierbas perladas ahogan los pies enfrescuras enfermizas; pasa un friorcillo cortante por lasramas desnudas delas higueras y alcornoques, la mis- ma claridad lunarde indefinible palidez tiene algo de un hielo de sudario extendido sobre el cadáver de la tierra” y clavado con alfileres de estrellas... La ban- dada de muchachas descendió tarde del otero cuan- do ya los corros de baile se deshacían y los cielos

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