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LA CIUDADDEL VICIO

ja, donde la nariz seria y sin prominencias, un poco oblicua de aletas, nacía suavemente, como en una máscara de esfinge... En derredor, en el drama erran- te de las sombras, las aristas coronábanse a veces de una luz: franjas tenues de fosforescencia, rodando en el dorso de la onda; retículas argénteas espejeantes de las estrellas; gotas de perlas bogando como alas de luz en las ondas de la marea, algo de fuegos fatuos o pirolampos (1) deagua, revoloteando en una vida abra- sada e inquieta, de vértice en vértice y de foco en foco, para bordar sutilmente como inconstantes me- lodías, por todo ese claro-oscuro... Entre tanto el cielo tenía hormigueros de estrelias, recortados por los regatos de tinta de las nubes lanzadas en ban- dadas oblicuas. Y a cada paso, Lía decía una palabra gutural, vertiendo en esa extraña música la fugitiva idea que le picoteara en la mente... El extraño dia- lecto, silbante, torbellineando, lleno de breves y de aspirados en a4 y en eth, vibraba en la voz de Lía con expresión metálica, fina, viril, llena de pasión... Era la lengua en que elia me insultaba en sus perío-

(1) Me atrevo a usar una palabra muy similar a la que usa Fialho, (que escribe pyrilampos), por ser muy adecuada a la in- dole de nuestro idioma y perfectamente conforme con las leyes etimológicas del pira latino empleado como hoguera, fuero sagrado, tenemos nosotros la pira nuestra, empleada mucho en poesía; y de esta derivan pirolatra, adorador del fue- go y pirolagria; pirología y pirológico, tratado del fuego y concer- niente'a elío. ¿Por qué no formar pirolampo de fira, hoguera y támpo, resplandor fugaz, también muy usado en poesía del /am- pus latino que designaba uno de los caballos del Sol? De ahí la poética derivación.-—/V, del 7.

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