LA CrUDAD DEL VICTFO
E iba diciendo, una por una, las piezas del equipo, sábanas de estopa, dos almohadas de encaje, colcha encarnada, seis toallas, dos vestidos, y Camisas, y un arca nueva...
. ¡Pedro no estaba tan bien, no! Todo el año la vie- ja estuviera em cama, unas cabras habían muerto, y condenado invierno sin cuajar la sementera y el campo de habasileno de alhorza (1). Quien nace para burro, con perdón, nunca Mega a caballo... Y los dos suspiraban.y, Pero cada vez más cerca, los dos no- villos se perseguían y acariciaban, en una fiebre de primer amor, espoleado por la resistencia de la hembra, que con las patas extendidas Ye ponía a la espera de que el macho diese un salto... Y sintién- dole el hocico en las ancas, hurtaba de repente el cuerpo para adelante, haciéndole caer en los pastos. Aquello sucedíase docenas de veces. Cansado en- tonces, el novillo se paraba apartando las piernas, a jadear sibilanteycon la baba corriendo en grandes hilos del hocico, que una mancha rosa sombreaba en tonos de carne saga. Y con la cabeza alta, quedá- base mirándola, con musidos sordos, impregnados de uha ternura física que parecía deleitar a la hem- bra, cuya cola voluble gzotaba suavemente la her-
mosa anca rolliza... Nada era más lascivo, ondulante
y gracioso, que la anatomía ágil de la novilla blanca, oreja y nariz movibles, esbozando actitudes de una
(13 La Academia Española en $ última edición de su Dic-
mario (1914) solo admite la palabra alhorre (de aljor, excre- ad en árabe) para designateana erupción cutánea de los re- cién nacidos.—/N. del 7. A
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