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FIALHO D”"*ATLMEITIDA

pedestales de los cántaros, amplios asientos de gra- nito en derredor, para quien llegaba cansado, una duerna inclinada donde bebía el ganado y media pe- numbra trémula de pimenteros y sauces llorones...

En la víspera de San Juan, a media noche, el agua de las fuentes es sagrada, sagrada comb los reme- dios eficaces, como la bendición nupcial que un cu- ra viejo da au los novios, como los vestidos y los relicarios de las imágenes, como la cruz de los atrios desiertos, como los mastranzos (1) de las ermi- tas distantes, como los corderos ofrecidos como tri buto por las fiestas de Pascua... Quien la bebe viva en aquella hora, junto a la fuente donde la luna espejea, y en cuyo fondo duermen suavemente los retiejos de las estrellas, es feliz todo el año, fecundo si es mu- jer y bu=n trabajador si es hombre...

¡Buen San Juan, todo risueño y desnudo, en su ai- tar de la iglesia, con el corderito blanco a un lado, la banderola al otro, y la regordeta manecita de ni- ño bendiciendo con gracia inocente las cabezas que se inclinan ante él!... sw?

Las muchachas envolvían de las jarras de Extre moz en las cuerdas de sacar agua, y en !a limpidez de la fuente, sentíase el ,gluglu sonoro de va- sos sumergiéndose... Tan fresca el agua, tan sabro- sa de filtgos de luna y perfumes de amor... ¡Oh, qué bueno es ser joven...


(1) Fialho d'Almeida, que conocía muy bien su idioma así en sus formas arcaicas como en las modernas, emplea aquí la forma arcaica mentrasihe para designar el mastranzo, la menta silvestre, formg casi idéntica a la castellana arcaica mentastro, del latín mentastrium, hoy sustituida por mastranzo.—/V. del T,