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II

LOS NOVILLOS

, Ya de San Juan en la aldea!...

Las doce campanadas acababan de dar en una cálida noche de estío, luminosa de luna y perfuma- da de heno... Nada más dulcemente tranquilo que la contemplación del paisaje de viñas y olivares que se gozaba en la ladera de la aldea, camino de la fuen- te... En la cima del ribazo, la fachada de la iglesia extendía sobre el azul pálido las agujas blancas de las torres, donde, por respeto a la santidad de la ho- ra y de la víspera, ni las lechuzas soltaban pío...

Conforme a la costumbre, cuando sonó la última campanada, las muchachitas, a pelo, con guirnaldas de jazmines en el peinado, del cual colgaban cirue- las y peras de San Antonio, sayas cortas garrida- mente listadas de rojo, pies ligeros y un mariposear de canciones que avergonzaban en los campos a los ruiseñores de los zarzales, pusiéronse en la cadera las jarras de barro, y en parejas, trocando confiden- cias, descendieron por el sendero hasta la fuente. La fuente era el monumento de la aldea, con su ancho brocal de traza bíblica, buena piedra rayada por los

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