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FIAL.HO D”'ALMETDA

las figuras ostentaban, en los cuadros, en las. esta- tuas, en los poemas y en las novelas, actitudes glo- riosas, armónicas, reguladas y altivas. Por ellas sólo lo bello vivía, eran héroes los hombres, la vida no se convulsionaha en miserias torpes, el propio vicio era bello y la desgracia simpática... ¡Ahora no!... Cada artista fija en el lienzo, en el libro o en el mármol, lo que ve, y a veces lo que solo consigue alcanzar por un iluminismo interior, puesto al servicio de re- solver algebraicamente el complicado problema psi- cológico... :

Dejando deconsagrarseexclusivamente a los felides de este mundo, nobles, opulentos y reyes, para des- cender a la generalidad de las masas y de las clases bajas, la obra de arte, para ser útil, ha de sersincera; y para ser sincera ha de copiarla vida laboriosa, mortifi- cada y doliente delas poblaciones modernas, los talle- res, las fábricas, los burdeles, la calle,los hogares tris- tes de burócratas y todos los empocilga mientos de la promiscuidad mendicante, cubierta de parásitos y de pústulas; esa vida que encallece las manos, atro- íia los miembros, demacra las fisonomías, macera las epidermis y perturba el juego de la circulación, que hace del cerebro una. monstruosidad patológica, por la actividad sin reposo que le imprime, debilitando las demás vísceras en provecho de su avidez de fun- ción, haciendo saltar chispas con el choque contra todo, esas chispas que, condensadas en cierto pun- to, constituyen el genio, de cuya exacerbación re- sultan la locura y la muerte.

Esta violencia del arte embota los sentidos de pri-

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