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LA CIUDADDELVICIO

ceal hombre bueno y sencillo de espíritu, por la contemplación de esas superficies tranquilas y azu- les, imagen de la pureza y de la fuerza, sobre las que los ojos vagan idealmente como madreperlas de ve- raneo... Hay en el mar un mundo extraordinario de seres pintorescos y fecundos, recortados en las for- mas más caprichosas y llenos de los más bellos cam- biantes... Y las poblaciones litorales, risueñas entre las rocas y la arena, con las sucursales flotantes de los barcos de pesca y de las redes, ofrecen a los ner- vios del turista, finas sensaciones que le compensan de la vida cardíaca de los centros cultos, que hace viejos a los hombres de treinta años y cínicos a los que aún no tienen barba... Porque estamos en un período seco, analítico y vertiginoso, que lleva a la locura a los más delicados y a desalientos seniles a los más robustos... No contentos con disecar a otros, con desmenuzarlos por “una especie de sensualidad, en lo íntimo de sus sensaciones, de sus ideas, de sus vicios y de sus malés, vamos también poniendo al desnudo por el esdalpelo, nuestro organismo, víscera a víscera, nervio a nervio y vaso a vaso, buscando el secreto de la vida en las experiencias del anfiteatro cfínico; queriendo sentir por el refinamiento de des- cribir la impresión, queriendo sufrir para viviseccio- nar nuestros dolores, en una crueldad inconsciente que ga y mata...

Vean las obras de arte moderno. Se desvaneció la idealización translúcida de los bellos cuerpos perfec- tos y blancos, se desvaneció el aristocrático refina- miento de las pasiones académicas y nobles, en que

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