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FIALHO D'*ALMETITDA

por la inclemencia hostil del medio, faltan los pes- cados que son hartura y felicidad, faltan la carne, las ricas hortalizas, gran parte de los frutos...

Diluída en esa área formidable, la población és rara, dejando la agricultura sin brazos. En ciertos parajes, la raza está mal cruzada por la fatalidad de los casamientos consanguíneos, impuestos por la dis- tancia que media entre poblado y poblado, y aún porque casi siempre, aldeas y villas tuvieron por núcleo una familia o dos, debilitáíndose la descen- dencia por la mula alimentación y por la regresión a un mismo tipo uniforme, de ciertas en ciertas genera- ciones... Otra vegetación implantada en otro suelo, comenzó a surgir, sin embargo, paso a paso, un día no sé cuando, después de largo caminar... Centellea- ba a lo lejos un espejo cáustico, movedizo y sin marco. Apareció el pinar, primero en masas infor- mes, después escaseando, en las avanzadas contra la gran arena relampagueante de las dunas. Mudaba el clima, endulzándose de humedad salada, de los olo- res de la marea y de las resinas del bosque... Y siempre ante mí esa coruscación del agua sin térmi- no, espumeando en las crestas... y teniendo a tre- chos mosaicos de azul y oro. En la altura en que iba me detuve conmovido, mirando por un momento la feérica decoración así extraordinariamente impreg- nada de luz... Y me quité reverentemente el sombre- ro para saludar al Océano...

La convivencia del mar, profunda y amplia, ha-

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