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FIALHO D”ALME 1D A

plica la singular lucidez que en mí reflorece a mo- mentos.

Todas las mañanas, el sol me encuentra de som- brero en la mano y dando silbidos de mirlo, en las prominencias adustas que los valles dominan, como púlpitos sobre las naves rumorosas de los templos... En derredor de mí desgárranse los vapores de la niebla matinal; serranías confusas a lo lejos; hayas, álamos y plátanos dibujan la curva sinuosa de las riberas, donde el rebaño converge a beber despaci- to, despacitq, en un ritmo de cencerros distantes... Y sobre manchas * erdes de vegetales rastreros, tre- chos de mies madura, cañaverales y huertecillos, an- «dan esparcidas, en pulverizaciones de blanco, las ca- sitas de mortes, aldeas, molinos y conventícu- 10S...

Los gallos tocan alegremente la alborada; vaa allá abajo trabajadores de sombrero ancho y alforjas; to- do canta: sol, gallos, aspas de los molinos, gente que pasa, quien vuela en los aires, quien salta en las ramas, quien de piedra en piedra corre en el fondo de los barrancos verdes, quien en los hilos telegrá- ficos vibra, y hasta quien llora; ¡tan fantástica es la resonancia de esta cúpula cerúlea, extasiada en la luz del sol occidental!...

En la travesía emprendida, apunto las diferencias de tipo, los usos, el énfasis del lenguaje, los vestua- rios, las habitaciones, los procedimientos decorati- vos del interior, la hospitalidad para los extraños, el color de la piel y la vivacidad ingénita de cada pue- blo y cada provincia... Hay cuentos populares que

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