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campesinos llevarían sus gorros de borlas, las plan- chadoras sus capotes, los mendigos su piojería acce- soria... ¡Nada de ceremonias, buena sociedad, nada de ceremonias...

Solamente como preventivo contra expansiones del temperamento" cálido se daba el consejo a las damas de no llevar brazaletes, collares o cualesquie- ra adornos de precio; se pedía a los agraciados con veneras no traer placas incrustadas de brillantes, si- no simples cintas pequeñas, simbólicas de la orden a que estuviesen adscritos; se esperaba de la caballe- rosidad de ¡cs señores ladrones, durante esos días, la suspensión de escamoteosalasbolsas y pañuelos de sonarse a que por descuido eran dados, (¡bien poca co- sal); como también se pedía a los asesinos el-'obsequio de divorciarse, por igual período, de sus navajas. No por temerse desaguisado, que era bien conocida la fina educación, elevado carácter y alto nacimiento de tan flamenca tropa, sino porque los ardores de la sangre nacional hacen excitable el brío; palabra saca palabra; figurón boquiabierto está pidiendo santo empalme con el reloj; y de ahí, como una per- sona es frágil, sin querer, alguna vez... ¡En fin, nun- ca confiarsel... Tanto más cuanto que las fiestas ofrecían manjares de la mejor confección, frascos de vinazo gratis, pan blando, la bella habichuela, y en la noche cerrada ...¡adiós señores!, con unas mozue- las, sálvese quien pueda...

A cada poeta era permitido declamar trechos alu- sivos a la obra de la regeneración que se iba a em- prender, habría laurel para los célebres y expertos

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