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FIALAHOD”?ALMETDA

exasperados por la vileza de largos años hambrien- tos, aparecían cierta mañana de ministros sin que na- die supiese de qué modo, directores generales, pri- meros magistrados, poderosos banqueros, jefes de la situación; y preguntábase, sin que nadie supiese responder, de dónde venían, cómo habían podido iinponerse, qué plan de conducta iban a seguir o por qué tenebroso hilo de imaginación y egolatría se lograban incluir en el circuito áureo de la riqueza, de la evidencia y de la gloria...

Realmente, en una raza de cobardes, ponían es- calofríos tales audacias de vampiros y la ignorancia y la cuquería públicas retrocedían cada vez que las embestía violentamente alguno de esos insaciables roedores... Muertas las actividades, empobrecidgs las familias, asolado el país por las cuadrillas de aventureros políticos que, en las ruinas de las. insti- tuciones, se emboscaban a saquear cuanto pudiesen». el hambre del pueblo pronto recorrió la gama ten- dida entre la humildad y la amenaza, por no tener más que perder...

Si acontecía declararse la guerra entre facciones adversarias o en el seno de una facción, tremendas revelaciones de infamias cometidas causaban un pá- nico general. Entonces se venía a saber cómo había sido pagado tal tránsfuga, cuánto costaba tal em- préstito, o lo que percibía tal funcionario. Por esos desgarrones de fe traicionada o de lealtad desmen=. tida, la mirada penetraba en las catacumbas de la bancarrota, de cuyos pilares colgaban ahorcados, verdinegros, los cadáveres de la honra y del brío

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