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FIALA,HO D”ALMETOD A

sutil y pérfido, que iba despojando a los dinastas de la vieja consagración poética, echándoles a co- rrer mundo con la lengua fuera, y con los cascabe- leos de couplets en la collera...

¡Y desde las barandillas del Palacio, lanzando los ojos por la infiel ciudad que le repelía, el Rey Me- nelao daba suspiros pensando en los colegas, pero siempre versificando, el excomulgado!...

—Muy bien, dijo el monarca cierta mañana, al ca- bo de reflexionar largo tiempo...—El príncipe es jo- ven para las riendas del gobierno; por otro lado, nadie me quiere tener en hospedaje con la reputa- ción que le ¡¡icimos... ¿Qué remedio sino reingresar en mi trono?...

Y afilando con un cuchillito de oro la pluma de pato de las literaturas célebres, prosiguió:

—Puesto que soy de las raras Organizaciones se- lectas y por los versos se volatilizan penas, etc... ¿por qué no me he de hacer poeta y publicar también un volumen de Hojas y Cáscaras?... La ociosidad me ir- dispone con el pueblo. Quiero por el trabajo reco- brar su respeto... Escribiré para ser grande...

Púsose entonces a rimar, con todas sus ganas, los asuntos ncbles de su corte, virtudes y riñas domés- ticas de las azafatas y damas de honor, los dolores de muelas del Gran Canciller que ponían en crisis al gabinete, uno u otro parto feliz de su galga favori- ta, llegando incluso a escribir una oda sobre la baja de los algodones, muy elogiada por las clases comer- «ciales...

Esta nueva fase gubernativa le creó hostilidades y

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