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FIALROD"*ALMETDA

secretario general de Evora, fué el vicio que el ma- yorazgo tenía de eructar, mientras ella esmaltaba de nocturnos y de fragmentos bíblicos de Rubinstein el religioso silencio perfumado de su cámara... Á más de que se le metía siempre en chinelas en sus apo- sentos... Tamaño odio le tomó désde entonces, que una tarde, como él no entendía las alusiones, las iro- nías, las sátiras, le echó fuera con un gesto de reina... ¡Y la desvergiienza de quererla a ciertas horas, en las satiriasis de la digestión!... ¡Y siempre referencias de tío Grandet (1) a cuentas pagadas, a vestidos de seda echados a un rincón al día siguiente de recibi- dos, a los encajes de valor rasgados en arranques de sorda cólera; de forma que la pobre ave sabía cuánto costaba por año, cuánto valía en corcho, en queso o en lana de oveja, lo cual era un tormento... Y suce- sivamente, mordida de irritabilidades histéricas, co- menzó a no salir de su cuarto, a no hablar a las cria- das, a enflaquecer y a ponerse pálida, con elasticida. des de zebra, tonos azulados de manos, y esa des- lumbradora blancura de linfática, bajo cuya estatua tan frágil hay contenciones singulares de caprichos, refinamientos de gracia nerviosa, y subitáneos res- pingos de impudor...

Bajé la escalera muy despacito para no perturbar

(1) Alusión a la célebre novela de Balzac Lugenie Grande. Pero me parece que aquí Fialho se atropella y confunde y quie- te decir pere Goriot, aludiendo a la otra novela del mismo au: tor.— NV, del 7.

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