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LA CIUDADDELVICIO

tado.—Quien viniese detrás de mí, hará lo que ten- ga a bien.—Y volviéndose:

— Aquí el niño... si llegase a hombre, algún día...

—¿Ha de llegar, por qué no?—volví yo; y como respuesta el viejo me dijo:

—Muy agradecido al Señor..

En Pinhal Novo entró gente de Setubal, llená- ronse los wagones y la familia de un coronel sen- tóse entre nosotros. No hablamos más... Á veces mirábale desde mi rincón, veíale acechar al peque- ñito que dormía con una solicitud tierna, filtrada de pasivas tristezas. Y los cabellos blancos formábanle corona debajo de las alas del sombrero. El coronel, enorme como un cíclope, hecho como en cresta de gallo, el cabello ya blanco muy estirado, rompía como una torre sobre los demás pasajeros, en la postura fanfarrona dp los Hércules de fuente (1).

Y el mayorazgo le miraba con humildades cam- pesinas, de soslayo,sinatreverse a encararle de fren- te, en una admiración por los lentes azules y la coloración rutilante de aquella majestuosa señoría, toda en sonidos de espuelas y deslumbramientos de oro en los galones de la vestimenta... De tamaño

(1) Hércules de chafaris: son en Portugal las fuentes públicas los chafariz con esculturas y motivos ornamentales muy lindos. En castellano la voz está autorizada por el uso de escritores tam autorizados como Agustín de Rojas y don Francisce Rodríguez Marín le da acogida y la corrobora con ejemplos de clásicos co- mo el citado Rojas y Castillo Solórzano. (Véase el libro reciente de Rodríguez Marín: Un millar de voces, castisas y bien autoriza- des, que piden lugar en nuestro léxica: Madrid; momxx).—Vota del Traductor. Ñ

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