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LA CILDAD DEL vICI10

Y siendo contrarios los que altercaban, pronto se entablaba combate y corría sangre a borbotores de vencidos y veneedores.,. Los que expiraban, decían en el estupor de la última hora:

—¡Muero por los calzoncillos!

Y narrando el caso, Ze Times escribía:

-—Una víctima más de la ropa blanca de Su Gra- ciosa Majestad...

Ahora bien; estaban las cosas en estos términos cuando una comisión de sabios y filósofos, mezcla- dos con algunos de los mejores camiseros de Lon- dres fué encargada, por el Gobierno de la Reina, de precisar la cuestión y restituir al público la tranqui- lidad que había de desear en tan tormentosas cir- cunstancias. La Cámara de los Lores votó millares de libras al trabajo pujante de la ciencia y de la ro- pería inglesas. Los periódicos publicaron retratos y biografías de los comisionados, animándoles con apóstrofes estridentes;los club de renombre abrían al grupo elegido sus salas de conferencias y de comida; y en toda la línea los duelos se multiplicaban y las apuestas se repetían...

Al mismo tiempo llovían de las prensas los pesa- dos folletos, ricos de argumentación, insuperables de lógica y hasta ricamente provistes de ciertos porme- nores, Según el doctor Kater, la pieza de ropa guar- dada en el cofre, era un par de calzoncillos, atendien- do a la malla negra que demarcaba la bifurcación de las mangas: —opinión que mereció una sesión solem- ne al Colegio de Cirujanos de Londres. Conforme se infería de las actas y boletines de esta preciosa so-

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