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LA CIUDADDELVICIO

lo, ciñendo los dos cuerpos inmóviles, batiendo el suelo acompasadamente, con ritmos de marcha gue- rrera. Y apenas uno zraznmó no sé qué orden de ba- talla, graznaron también los demás en un coro estri- dente y lúgubre, que se abría en risotada, terminan- do en una especie de grito gutural y ronco. En ese momento, la oveja levantó despacio la cabeza, afirmó medio cuerpo en las patas delanteras v se quedó mirando, con las narices en alto, sanguinolentas por la mordedura de los moscardones venenosos...

.Aquel movimiento produjo una vacilación en el ejército de fatidicos graznadores, cuyo círculo se en- sanchó, doblándose en temores de castigo. Veíanse los picos alineados, convergiendo sobre la oveja y la cría exánime, con aire de puntería y formando dentro del círculo comouna golilla negra de puñales. Y si al mismo tiempo las cabezas Volvíanse. de aquellos ojos llameantes, inquietos y febriles cuntelleaba un mirar sardónico y feroz, una como certeza de victoria y provocaciones mudas en que había inteligencia. Cuando la oveja miraba fijamente a un grupo. este grupo inmovilizábase en actituctes mai ciales, las prer nas en filas, las alas en fila, y las alas colgantes— como solapas de levita en un entierro... Pero el resto convergía por detrás de la madre afligida, callandito, a encontronazos,con palpitaciones de impacien:1a ya, pero prefiriendo cansarla por el asedio, dejarla ago

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