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FIAL.HO D”"ATLMETDA

gada desde luego la pequeña cuenta... Deteníanse en- tonces en la escalera o en la puerta de alguna tienda. El pequeño extendía la mano tierna y amoratada, y en ella el padre iba dejando caer languidamente y con pena, una a una, en un £ilim-ftilín metódico, las pobres monedas recogidas en el trayecto del día... A veces era poco; tres o cuatro vimtems. (1)

—¡Bendito sea Nuestro Señorl suspiraba el ciego y pasaban sin luz esa noche.

En los domingos era más próspera la Jimosna y se triplicaban los ingreses.

—Siempre es el día en que Nuestro Señor descan- sa, decía el ciego.

A veces hasta una pobre señora, compasiva ante la vejez de aquel hombre, mordiéndose sin queja las miserias del desamparo, le ofrecía algún vestido re- mendado o los restos de la retfección. Era un placer para él porque ahorraba la comida de aquel día... Y «lelante del pequeño Miguel, cuyos ojos vagos e inte- riores parecían abiertos en uma contemplación luná- tica, el ciego musitaba con cariños dulces y suaves insistencias para que trincase los mejores bocados, con preguntas repetidas sobre si tenía frío, dolor de cabeza o los pies mojados... En invierno erar. raras las limosnas; apenas se podía andar por la calle, pues el barro escupido por los coches lo llenaba todo; y eran inclementes y eternas las goteras de los tejados, pingando sobre quien pasaba sin abrigo... En días

(1) Un vintem es upa moneda muy popular en Portugal, que representa dos centavos o sean veinte reis. Es la forma de contar más frecuente entre la clase baja para las pequeñas compras.—T.

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