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FIALHO OD ALMEIDA

nía, iba lento,con el ruído de un tren que llega, y la máscara quedara rígida y dura, listada de un tinte singular, al último girar convulso de los ojos... Coin- cidía con el aniquilamiento del semblante la general postración de los miembros; las piernas abatíanse en una rigidez de piedra, el pecho se le hundiera para dentro como sorbido, y colgando del lecho, la mano que estaba cerrada se relajó, dejando caer en e) sue lo, senoramente, unas detrás de otras, las cinco medias coronas del mozuelo que, condensando al fin sus recuerdos, acababa de reconocer en el muer- to al ladrón d.:i almacén...

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