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LA CIUDADDELVICIO

pared, y de la cual tantas veces pedí a Dios me ta- llase un atafid para acabar de una vez con mis grotes- cas calamidades... La rebotica donde yo practicaba, era tan vieja, oscura, infecta y desnuda de adornos, que aún hoy me sorprende la pujanza vital de este arcabuz de cuerpo que pudo resistir siete años aquel infierno de ratones, piojos, miseria alimenticia yr ran- ciedades aromáticas de ungúentos prehistóricos... Sigue la carrera de medicina sin duda con ánimo de ejercerla, para emanciparse de aquella depen- dencia grosera de la farmacia. Mas pronto le sebre- viene una desgracia; la de la muerte de su padre, que le arranca del laboratorio farmacéutico «donde le minaban el tedio y un ansia de libertad insacia- ble.» En su cuento La Tragedia de un hombre de genio oscuro escribe él, con palabras en que no hay más que sustituir los pronombres posesivos de ter- cera persona por los de primera; ¡tan transperente- mente autobiográficas son!... «El fallecimiento de su padre, obligándole a abandonar botica y estudios para ir a ayudar al bienestar de los suyos, amena- zado terriblemente por aquella muerte que les deja- ba a las puertas de la miseria...» Ese año de regreso a la vida sencilla de aldea, ejerció en el espíritu de Fialho una saludable influencia. El mismo Fialho escribe evocando ese año de vida campestre: «Una nostalgia del campo acude al «espíritu de quien, como yo, tiene acá dentro, bajo las envolturas pos- tizas de up pensador y de un articulista, el alma cándida, contemplativa y simplona de un aldeane arrancado al cultivo de sus campos y de un labra-

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