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embarazosos. Bueno es el silencio en una visita de amor...

Pero curiosa esta resolución que fijó de antemano la orientación de los hechos, y la hemos formado infinidad de veces, para congratulamos interiormente del buen éxito y si no hacerle un gesto oblicuo al mal momento.

Es boba, con el agravante de la comprobación.

Nos inclinamos a no volver, como si hubiéramos sido defraudados. Pero ata algo igual a un compromiso. Me dijo un amigo de otro tiempo: Una declaración tiene enormes responsabilidades. Figúrese usted la ilusión que podríamos dejar en una mujer a quien hicimos vislumbrar un afecto. Esto puede ser verdad. Tal vez, mejor, pudo serlo.

Y no lo olvidamos.

Al otro día se le encontrará con los ojos en la labor doméstica. Seguramente estaba esperando.

Fue esta sesión más cordial que la primera. De mayor intimidad. Y ahora me he puesto a pensar si la intimidad establecida de una visita a otra fue obra de la presencia o, mejor, de la ausencia, del intervalo entre las dos que pudo haber sido llenado

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