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Quiero verte salido de mí. Sin la ilusión visual de la niñez, no pasarás la mano ante tus ojos, creyendo encontrar a diez centímetros de la pupila todo el mundo real atemorizador.

Ir, cogidos de los brazos, atento al desarrollo de lo casual. Hacer el ridículo, lo profundamente ridículo, que hace sonreír al dómine, y que congestionado dirá, "¿Pero qué es esto? Este hombre está loco."

—Ve —alargando mi brazo y con el indicador estirado.

Y mientras ves, alejarme de puntillas, haciendo genuflexiones, horizontalizando los brazos para guardar el equilibrio...

Solo.

—Buenos días, mi capitán.

—Buenos días, teniente.

Y las manos a las viseras, en forma perpendicular.

(Estoy bajo la acción de toxinas tricocefálicas)

Bien rectos, las corvas arqueadas, el pecho alto: recuerdos de estampas prusianas.

Fuertes los golpes de los tacones sobre las piedras y largos los pasos, piensan en la probable

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