boquiabiertos ante las deyecciones de los otros siglos. Sin embargo El Relleno se viene encima.
Los neo-gemebundos son los revolucionarios, del lápiz o de la pluma. Han hecho malabares con las palabras o han torcido las líneas, pero sobre la base de los recuerdos. Estas calles que son como recuerdos les ha desequilibrado el espíritu. Hacen cosas nuevas del motivo viejo, y así están atados a la tradición, manoteando en el aire. Parece que tentaran un desprendimiento y sus lágrimas son gotas de sudor, arrancadas por el esfuerzo. No comprenden exactamente el disfraz. Pero desdeñan a los gemebundos y les enseñan los dientes. Éstos también enseñan los dientes a los neo-gemebundos. Oh, qué gloria, todos se enseñan los dientes.
Francamente, no comprendo su emoción.
Habría que averiguar si el suburbio tiene una belleza intrínseca o si la serie ininterrumpida de exclamaciones románticas encaminó a nuestro espíritu a creer que la tiene. Tanto se ha dicho lo mismo que el primer hombre que se asoma a la esquina —siempre está provisto de "la suficiente dote de cultura"— puede y debe admirarse: