—Oye lo que me pasa.
—¿?
Tenía los ojos del buen tiempo.
—Ayer estuve con ella.
—¿Sí? Cuenta.
He de poner a los lectores al corriente de lo anterior. Ella —perdón por el desconocimiento de la facultad penetrativa— era una mujer que mantenía con el Teniente B asuntos amorosos. Una compresión visual. Empezó con el tiempo, porque el amor es eterno. Saludaban y sonreían. Ella se casó con un abogado de color. Buen negocio. Un cualquiera, una cualquiera; pero él era jurisconsulto. Por supuesto, se da como sentado la belleza de ella. Magnífico óvalo; color admirable; ojos negros y movediza picardía.
Este es, refaccionado por «la literatura», el relato del Teniente B:
El día de ayer lo pasé de mal humor hasta las cuatro de la tarde (interesantísimo). A esa hora me dijeron: "Hoy no estará el doctor en casa; dijo que lo esperaba." Imagínate. Me quedé tieso y di una magnífica propina. Después volví a oír, para adentro: "Hoy no estará el doctor en casa; dijo