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ambiente es cálido y lógica la visión de muchos ojos desmayados por el bregar de la noche.

Pero si acaeció el zarpazo de la economía se tendrá la colérica imagen de hombres escuálidos de hambre, de caras amargadas por el egoísmo, celos y rabia; se oirá el gutural ruido: "¡pan!, ¡pan!"

El Teniente, olvidado de la novela hasta parecer insensible es una tabla rasa en la que nada escribió la emoción. Se sentía algo satisfecho, nada más. Y gozaba de la frescura. Recordó: "La mañana era tan clara que daban ganas de correr, saltar y aun de sentirse feliz. Abrió la ventana y el aire le produjo un alivio. Respiró a plenos pulmones... etc." Y respiró a plenos pulmones, debido a esta sugestión del recuerdo. También él. Claro, se nos clava la vieja frase del libro y el aire nos produce un beneficio hasta literario. Sucede que muchas veces nos emocionamos porque llega el caso de atender a la emoción adquirida en una página y que la tenemos guardada hasta que circunstancias análogas la revelen como si fuera muy nuestra.

Respiró a plenos pulmones y guardó las manos en los bolsillos del pantalón. Guardó las manos...

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