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apenaba de su frustránea cortesanía, contra lo que luchaba sin posible triunfo. Tal vez sea más cercano para el lector el caso igual del borracho que, comprendiendo que obra mal, no logra obrar bien por más que hace.

No dijo nada a aquella mujer. Después la había encontrado muchas veces por la calle y el remordimiento le corroía, porque todos la encontraban buena.

No sabía hacer aprovechable una circunstancia llena de facilidades.

Desde poco antes estaba empleada en correos. Seguramente, complicaciones con el Ministerio. Toda una lección de amor en ese empleo. Se contentaría en adelante con ir a la ventanilla de correos y ser atendido antes que otros, sin la molestia de dar el nombre. La correspondencia vendría acompañada de una sonrisa socarrona.

Y en tratándose de esto, los ejemplos de mujeres que pasan, marchan haciendo ruido como en un batallón.

La intimidad está apaciblemente llena del anhelo de la mujer. Con ellas, viene el "¿para qué?", o la indiferencia, o el descuido, o el considerarlas,