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Curupayty

No supongo que ya hoy esta verdad duela á nadie, ni nadie intente discutirla; si así no fuera creo poder probarla hasta con el testimonio del valeroso ejército brasilero que peleaba en tierra; heróicamente por cierto, contra lo aseverado por algunos rumores tan inconscientes como calumniosos.

En cuanto al pueblo paraguayo no quiero rebajarle ni mortificarle en lo más mínimo. Su heróica obstinación y su desgracia merecen arrancar á todo noble corazón, dictada por la admiración y el respeto, la digna frase que el Capitán del siglo pronunció, descubriéndose en presencia de los prisioneros austriacos: ¡Honor al valor desgraciado!

Mi pensamiento á su respecto debía ir condensado en estos dos versos:

«Un pueblo noble y valiente
por un déspota perece».

El desarrollo de la acción no hizo lugal á ellos; pero la intención que me ha animado, de cariñosa simpatía hacia aquella nación hermana, se refleja en todo el drama, aun en los casos en que me veo obligado á recargar las tintas de algunos personajes infaustos, que, como el Obispo ó Miguel, (en quien sintetizo la crueldad de los seides de López,) representan fielmente las ideas y tendencias del régimen despótico, que por aquellas épocas condenaba al Paraguay á tan dura servidumbre.

Por muchas razones he creido necesarias las explicaciones que preceden. Una de los principales, es el temor que me merecen los ñores críticos. Y voy á explicarme.

Somos contados los que nos dedicamos hasta ahora á escribir para el teatro; son también escasos los que se dedican á criticarnos, y si unos lo hacemos mal, no lo hacen mejor los otros; así es que poco puede esperarse de obras que llegan al conocimiento público despues de sumadas á los errores del autor, las torpezas de los críticos.

Parodiando una frase vulgar, podría decir que los escritores dramáticos en la Argentina tenemos los censores que merecemos;