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Las ninfas sus compañeras vengaron su muerte en las abejas de Aristeo, y perecieron todas. Aristeo aflijido imploró la proteccion de su madre, quien participando del dolor de su hijo, le aconsejó que fuese á consultar á Proteo, padre de Neptuno, á quien el cielo revelaba todos los secretos. El Dios manifestó á Aristeo la causa de su desgracia y le previno que ofreciese á los manes de Euridicia un sacrificio de cuatro becerros, y otras tantas becerras. Habiéndolo ejecutado vió con sorpresa muy agradable salir de las entrañas de sus víctimas un enjambre de abejas, y este beneficio del cielo le consoló de sus pérdidas.
Le honran con particularidad los pastores.