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Cuentos y cronicas

Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos.

Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo.

«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. ¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo XVI editábamos en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!»

¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios completamente civilizados. Al jiu-jitsu nacional, han agregado los conocimientos adquiridos en el Creusot y en

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