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LA EXTRAÑA MUERTE
DE FRAY PEDRO



I


V

isitando el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, me señaló una lápida, en que leí únicamente: Hic iacet frater Petrus.

—Este—me dijo—fué uno de los vencidos por el diablo.

—Por el viejo diablo que ya chochea—le dije.

—No—me contestó—; por el demonio moderno que se escuda con la Ciencia.—Y me narró el sucedido.

Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la comunidad. Había estudiado,

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