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Ruben Dario

El tramp puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable que el tramp obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios industriales de este siglo.

Hace cincuenta años, el tramp no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por decreto de la providencia, que el tramp está llamado a invadir la América entera? ¿El tramp llega a serlo, por no ser suficientemente inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo XIX tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil solución.

¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que ondulan verdaderos mares de trigo?

Hay sus causas indudablemente. Esos tramps que no lo son sino por necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto

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