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Ruben Dario

ideas. Son brazos robustos e inteligentes, y también terribles.

El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y el casino de las naciones.

Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese corazón quiere hablar se llama Severine, como se llamaba Luisa Michel. El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a sus pobres; él sostiene a las

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