¡Yaya un modo de dormir! Cansado de las aguas verdes y tranquilas cargadas de calor y de luz, le placía la frescura y la semiobscuridad del barro líquido que arrastraba el río, y roncaba como si estuviera en una alcoba con las cortinas corridas.
El esparrelló quiso pasar un buen rato con el terrible personaje, pero sus malas intenciones no iban más allá del deseo de divertirse á costa ajena, y se limitó á pasar y repasar por las jadeantes narices del coloso, haciéndole cosquillas con las finas púas de su cola.
Pero bueno era el reig para inquietarse por tales caricias. A fuerza de sufrir cosquillas cesó de roncar y se incorporó un poco moviendo su poderosa cola, pero tumbóse sobre el otro costado, y siguió bramando con la tranquilidad del que, seguro <ie su fuerza, no teme peligros.
— j Animal!—le gritaba el pececillo junto á una agalla—; ¡animal, despiértate!
— ¿Eh?—exclamaba el reig entre dos ron quidos con su bronca voz de borracho.
— Que te despiertes. Hay por ahí un belén de mil demonios. La gente de Nazaret ha roto hostilidades, y á miles se lleva prisioneros á los nuestros.
— Allá vosotros. Eso va con la morralla y no con personas de mi clase.