y cerca de la orilla resbalaba el bolichó traidoramente por entre las turbias olas, arrastrando hacia la arena seca á los incautos peces, atraídos por la frescura del agua dulce y sucia.
TSíesparrelló del cuento, panzudo, pequeñito y vivaracho, un pilluelo que correteaba por los escondrijos y rincones del golfo con grave disgusto de su familia, acababa de ver caer á todos los suyos entre las mallas de una red. Se salvó él por ligereza, y como era un perdis y los sentimientos de familia no están muy arraigados en su especie, sólo se le ocurrió huir mar adentro, moviendo graciosamente la colita, como si quisiera decir:
— Sálveme yo y perezca la familia: mejor es el agua turbia que el aceite de la sartén.
Pero cerca de la entrada del puerto oyó un poderoso ronquido que conmovía las aguas, como si el suelo del mar se estuviera desgarrando.
El esparrelló dejóse caer en línea recta, y en una hondonada abierta por las dragas en el fango, vio tumbado como un canónigo á un reig corpulento, que lo menos pesaba cuatro arrobas; un anim alóte insolente y matón que cobraba el barato en todo el golfo y apenas movía una agalla hacía temblar á todo el escamado enjambre.