de lo que había hecho, con la caliente escopeta quemándole las manos.
Marieta, poseída de pasmo, gimoteaba
en el suelo. Su estertor ausioso era lo único
que oía él, y dirigiendo su furia á lo que
más cerca tenía, murmuraba con ferocidad:
— ¡Calla... cordons!... / Calla ó te mate á tú!...
El tío Sentó no salió de su estupor hasta que golpearon rudamente la puerta de la calle.
— [Abran á la Guardia civil!
Debían estar levantados los criados desde mucho antes, pues la puerta se abrió, acercándose al estudi el ruido de culatas y zapatos claveteados.
Cuando el tío Sentó salió á la calle entre los dos guardias, vio el cadáver del Desgarrat hecho una criba. No se había perdido un perdigón.
Los compañeros del muerto amenazáronle de lejos con sus navajas; hasta Dimdni, tambaleando por el vino y la emoción, le apuntaba fieramente con su dulzaina, pero él nada veía, y se alejó cabizbajo, murmurando con amargura:
— ¡Bonica nit de novios!