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CUENTOS VALENCIANOS

pre ocultando su pecho, fué á refugiarse entre la cama y la pared.

El tío Sentó se amoscaba. Aquello ya pasaba de broma, y él no se sentía capaz de contemplaciones. Fué á seguir á Marieta en su escondrijo, pero apenas se movió, ¡reden! parecía que el pueblo se venía abajo, que la casa era asaltada por todos los de monios del infierno, ó que había llegado el juicio final.

¡Vaya un estrépito! Eran latas de petróleo golpeadas á garrotazo limpio; cabezones agitando sus innumerables cascabeles, enormes matracas y grandes cencerros sonando todos á un tiempo, y al poco rato disparáronse cohetes que silbaban y estallaban junto á la reja del estudi. Por las rendijillas de las maderas penetraba un resplandor rojizo de incendio.

Adivinaba él lo que era aquello y á quién lo debía. Si la pena fuera un sóu, si no hubiese presidio para los hombres, ya arreglaría él á aquella pillería.

Y juraba y pateaba, despojado ya de su fiebre amorosa, sin acordarse de Marieta, que asustada al principio por el infernal estrépito, lloraba ahora, creyendo que sus lágrimas podían arreglarlo todo.

Ya se lo habían dicho sus amigas. Se casaba con un viudo y tendría cencerrada.