Página:Cuentos valencianos (1910).djvu/54

Esta página no ha sido corregida
48
V. BLASCO IBÁÑEZ

ahupándose el dedo con avaricia, contemplaban los chicos de los convidados.

La fiesta prometía. El gozo reflejábase en los rostros rubicundos; en el corral se desataban los pellejos para hacer cataduras y tomar fuerzas, y por si algo faltaba, allá en la calle sonó la alegre dulzaina con escalas que parecían cabriolas. Hasta Dimoni estaba en la fiesta; bien decían que el novio no reparaba en gastos. Había que darle vino para que tocase mejor, y el enorme vaso iba de mano en mano desde el corral hasta la puerta de la calle, donde Dimóni empinaba el codo con gravedad, dejando el sobrante á su pelado tamborilero.

Ya era hora. Don Vicente esperaba en la iglesia, las campanas habían enmudecido y toda la comitiva nupcial salió en busca de la novia: ellas con su vestido hueco y la mantilla á los ojos, y los hombres arrastrando sus recias capas azules de larga esclavina y alto cuello, que les ponía rojas las orejas. Todo el pueblo esperaba á la puerta de la iglesia. Algunos parientes de la siñá Tomasa, violando la consigna de familia, estaban allí en última fila, y no pudiendo resistir la curiosidad, se empinaban pies en punta para ver mejor.

Primero, una turba de muchachos dando cabriolas en torno de Bimoni, que so-