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V. BLASCO IBÁÑEZ

en pie tirando de las solapas de su paleto, y todos quedaron en silencio, mientras él agarraba los pliegos escritos con la tinta todavía fresca y comenzaba á leer en valenciano.

¡Qué hombre tan chistoso! Al nombrar al novio hizo una mueca grotesca, y el tío Sentó fué el primero en celebrarlo con una ruidosa carcajada; al mentar á la novia saludó á Marieta con una reverencia de baile y volvió á repetirse la risa; pero cuando llegaron las condiciones del contrato, todos se pusieron graves: un viento de egoísmo y de avaricia parecía soplaren aquella cocina, y hasta la novia levantaba la cabeza con los ojos brillantes y las alillas de la nariz dilatadas por la emoción al oir hablar de onzas, de la viña de la Ermita y del olivar del Camino Hondo: todo lo que iba á ser suyo. El tío Sentó era el único que sonreía satisfecho de que tan honorable concurso apreciara hasta dónde llegaba su generosidad.

Así se hacían las cosas. Los padres de Marieta lloraban y las vecinas movían la cabeza con expresión de asentimiento. A un hombre así se le podía entregar una hija sin remordimiento alguno.

Cuando el papelote quedó firmado, comenzaron á circular los dulces y las copas.