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CUENTOS VALENCIANOS

cuerno asomado á un bolsillo y el papel sellado bajo el brazo.

Don Julián fué entrado casi en triunfo en la cocina, donde ya estaba preparada una mesilla para el escribiente con velón de cuatro brazos.

¡Qué hombre tan sabio aquel! Leía las escrituras en valenciano é intercalaba en el árido texto chistes de su cosecha... Vamos, que no había palurdo que pudiera estar serio en presencia de aquel señor siempre grave, que tenía cierto aire eclesiástico, con su largo paleto negro semejante á una sotana, el rostro carrilludo y frescote, cuidadosamente afeitado, y las recias gafas montadas en la frente, lo que era para los vecinos de Benimuslín un capricho inexplicable propio de los grandes talentos.

Comenzó el notario á dictar en voz baja; garrapateaba el escribiente en los pliegos de papel sellado, y mientras tanto iban llegando los amigos de casa con el cura y el alcalde, y desaparecían del largo tablado los regalos de boda para dejar sitio á los macizos bizcochos espolvoreados de azúcar, los platos de amargos y las tortas finas secas como cartón, á más de una docena de botellas de rosa y marrasquino.

Tosió varias veces don Julián, púsose