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V. BLASCO IBÁÑEZ

-con las demás atenciones que se usan entre personas finas.

Aparte de que le gustaba menos el trabajo que la visita á la taberna, el viejo era un hombre de mérito. ¡Lo que sabía aquel hombre, Señor!... ¿Y cuentos?... Por algo le llamaban Beserdles (1); porque no caía en sus manos un trozo de periódico que no lo leyera de principio á fin, cantando las palabras letra por letra.

La gente lanzaba carcajadas oyendo sus cuentos, especialmente aquellos en los que figuraban capellanes y monjas; y el Ratat, detrás del mostrador, reía también, contento de ver que los parroquianos, pata celebrar los relatos, le hacían abrir las espitas con frecuencia.

El tío Beserdles, agradeciendo un trago de la gente de Valencia, deseaba contar algo, y apenas oyó que uno nombraba á los frailes, se apresuró á> decir:

— Esos sí que son listos!... ¡Quien se la dé á ellos!... Una vez un fraile engañó, á San Pedro.

Y animado por la curiosa mirada de los forasteros, comenzó su cuento:

(1) Abecedario en valenciano.