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CUENTOS VALENCIANOS

CUENTOS valencianos] 187

estrecho el despacho, y que con la pluma tras la oreja y fingiendo mil pretextos, se metía hasta en la cocina sólo por ver un instante á María y cruzar una sonrisa.

Y cómo se coloreaba el semblante de ella... ¡Cristo!

Toda la sangre moruna que el huertano tenía en su atezado cuerpo inflamábase ante aquel don Aureliano, que era casi de su edad y del que no le separaba más que su categoría de señorito.

Nelet, á los diez y seis años, comprendía ya el motivo de que los hombres se cieguen y vayan á presidio.

Lo único que le detenía era la certeza de que don Esteban, el terrible ogro, apreciaba á aquel pisaverde y le irritaría cuanto él hiciese en su daño.

Además se consolaba con la esperanza de que todas sus rabietas carecían de fundamento. Nada de extraño tenía que el abogadillo buscase á Marieta. (Era tan bonita y tan buena! Pero de seguro que ella no le hacía gran caso; Nelet tenía la certeza de esto y también de que la frialdad de su antigua hermana no pasaba de ser una mala racha, un caprichito como los que tenía de niña allá en la barraca, donde tanto le martirizaba con su mal genio.

¡Pues no faltaba más, que ella resultase