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CUENTOS VALENCIANOS

■con el rabillo del ojo las evoluciones de la vieja. La vio sumirse en el cuchitril de la portería y cautelosamente entró en el portal, lo cruzó sin ser visto y subió por la escalera de antiguos azulejos, tirando tímidamente del borlón de estambre que colgaba ante la enorme y conventual puerta del primer piso.

No fué poco lo que se rió la criada, bravia moza de las montañas de Teruel, al abrir la puerta y encontrarse con aquel monigote panzudo que abultaba menos que su capazo.

¿Qué buscaba? Allí tenían quien se llevara el estiércol. Y Nelet, turbado por el buen humor de la churra no sabía que decir.

Pero de pronto se abrió para él el cielo. O lo que es lo mismo, vio asomar por detrás de la falda de la criada una cara morena, prolongada y huesosa, con los rebeldes pelillos estirados cruelmente hacia el cogote, los ojos grandes y negros, animados por una chispa de eterna curiosidad y el cuerpo ^zancudo y desgarbado por prematuro crecimiento.

La niña le reconoció en seguida: no en balde transcurren dos años durmiendo bajo el techo de la barraca y en la misma cama y se pasan los días junto á la acequia, ten-