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El fematet*

El primer día que á Nelet le enviaron solo á la ciudad, su inteligencia de chicuelo torpe adivinó vagamente que iba á entrar en un nuevo período de su vida.

Comenzaba á ser hombre. Su madre se quejaba al verle jugar á todas horas, sin servir para otra cosa, y el hecho de colgarle el capazo á la espalda enviándolo á Valencia á recoger estiércol equivalía á la sentencia de que en adelante tendría que ganarse el mendrugo negro y la cucharada de arroz, haciendo algo más que saltar acequias, cortar flautas en los verdes cañares ó formar coronas de flores rojas y amarillas en los tupidos dompedros que adornaban la puerta de la barraca.

Las cosas iban mal. El padre, cuando no trabajaba los cuatro terrones en arriendo, iba con el viejo carro á cargar vino en