sabíase únicamente por el rumor de su popularidad que era de Benicófar, que allá vivía en una casa vieja, que conservaba aún porque nadie le daba dos cuartos por ella, y que se había bebido, en unos cuantos años, dos machos, un carro y media docena de campos que heredó de su madre.
¿Trabajar? No, y mil veces no. El había nacido para borracho. Mientras tuviese la dulzaina en las manos, no le faltaría pan, y dormía como un príncipe cuando, terminada una fiesta y después de soplar y beber toda la noche, caía como un fardo en un rincón de la taberna ó en un pajar del campo, y el pillete tamborilero, tan ebrio como él, se acostaba á sus pies cual un perrillo obediente.
II
Nadie supo cómo fué el encuentro; pero era forzoso que ocurriera, y ocurrió. Dimòni y La Borracha se juntaron y se confundieron.
Siguiendo su curso por el cielo de la borrachera, rozáronse para marchar siempre unidos el astro rojizo de color de vino